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sábado, 22 de octubre de 2011

¿Quiénes eran los Esenios?

¿Quiénes eran los Esenios?

Desde el descubrimiento arqueológico de los Rollos del Mar Muerto en 1946, la palabra "esenio" ha dado la vuelta al mundo, haciendo surgir con frecuencia muchas preguntas.
Muchas personas se han mostrado asombradas al descubrir que hace dos mil años, una fraternidad de hombres y mujeres santos vivían juntos en una comunidad y portaban las semillas de la cristiandad y la futura civilización occidental.

Esta hermandad --que era más o menos perseguida y mantenida en el ostracismo-- daría personas que cambiarían la faz del mundo y el curso de la historia. Sin duda, casi todos los principales fundadores de lo que luego se denominó la cristiandad fueron esenios: Santa Ana, José y María, Juan el Bautista, Jesús, Juan el Evangelista, etc.
Los esenios se consideraban separados a sí mismos, no por causas externas, como el color de la piel, el pelo, etc., sino porque la iluminación de su vida interna y su conocimiento de los ocultos misterios de la naturaleza eran desconocidos para otros hombres. También se consideraban un grupo en el centro de todos, porque cualquiera podía formar parte de su Fraternidad tan pronto pasaran con éxito las pruebas selectivas.
Ellos pensaban, con muy buenas razones para ello, que eran herededos de los antiguos hijos e hijas de Dios, herededos de su antigua y gran civilización. Poseían avanzados conocimientos y trabajaban arduamente en secreto por el triunfo de la luz sobre las tinieblas en la mente humana.

Sentían que les había sido confiada una misión, que eventualmente sería la fundación del cristianismo y la civilización occidental, y estaban apoyados en este esfuerzo por seres altamente evolucionados que dirigían la fraternidad. Eran verdaderos santos, Maestros de sabiduría, hierofantes de las antiguas artes maestras.

Los esenios no se limitaban a una sola religión, sino que estudiaban todas para poder extraer de ellas los grandes principios científicos. Consideraban que cada religión era un estado diferente de una misma manifestación. Le daban gran importancia a las enseñanzas de los antiguos caldeos, de Zoroastro, de Hermes Trismegistos, a las secretas instrucciones de Moisés y de uno de los fundadores de su orden, que había trasmitido técnicas similares a las del budismo, así como a las revelaciones de Enoc.
Poseían la ciencia viviente de estas revelaciones y, de este modo, sabían cómo comunicarse con los seres angélicos y habían resuelto la pregunta del origen del mal en la tierra.

Una de sus más grandes preocupaciones era protegerse de cualquier contacto con espíritus del mal, para poder preservar la pureza de sus almas. Sabían que estarían en la tierra durante un corto período de tiempo y no querían prostituir sus almas eternas. Fue esta actitud, esta estricta disciplina, esta absoluta negativa a mentir o a comprometerse, lo que les hizo objeto de muchísimas persecuciones a través del tiempo.

Los esenios se consideraban guardianes de las Divinas Enseñanzas. Poseían un gran número de manuscritos muy antiguos, algunos de los cuales databan del inicio de los tiempos. Una gran parte de los miembros de la Escuela pasaban el tiempo descifrando sus códigos, traduciéndolos a varias lenguas, reproduciéndolos para perpetuar y preservar este avanzado conocimiento, y consideraban este trabajo como una tarea sagrada.

Los esenios consideraban su Fraternidad, compuesta de hombres y mujeres, como la presencia en la tierra de las enseñanzas de los hijos y las hijas de Dios. Ellos eran la luz que brilla en las tinieblas, que invita a la oscuridad a convertirse en luz. Así, para ellos, cuando un candidado solicitaba ser admitido en la Escuela, ello significaba que dentro de él se había puesto en marcha un completo proceso del despertar del alma. Un alma así, estaba lista para ascender las escaleras del sagrado templo de la humanidad.

Los esenios sabían diferenciar entre las almas que aún estaban dormidas, las que estaban sólo medio despiertas, y las despiertas. Su tarea era ayudar, consolar y aliviar a las almas dormidas, tratar de despertar a las que estaban a medias, y dar la bienvenida y guiar a las almas despiertas. Sólo las almas que se consideraban despiertas podrían recibir la iniciación en los misterios de la Fraternidad esenia, integrada por hombres y mujeres. Entonces comenzaba para ellos el sendero de evolución, que ya no se detiene más a través del ciclo de sus encarnaciones.

Todos conocían a "los hermanos y hermanas vestidos de blanco". Los hebreos los llamaban "La Escuela de los Profetas"; para los egipcios, ellos eran "los Sanadores, los Médicos". Tenían propiedades en casi todas las grandes ciudades, y en Jerusalén había incluso una puerta que llevaba su nombre: La Puerta de los Esenios.

A pesar de algunos temores y bromas, debido principalmente al rechazo a aquello que se desconoce, las personas sentían en general respeto y estimación por los esenios, por su honestidad, su pacifismo, su bondad, su discreción, y su talento como sanadores, dedicados tanto a los pobres como a los ricos. Las gentes sabían que muchos grandes profetas hebreos provenían del linaje de la Escuela esenia.

Es más, aún cuando la Fraternidad era muy estricta sobre las leyes secretas en relación con su doctrina interna, cultivaban muchos puntos de contacto con las personas, principalmente a través de los sitios donde daban alojamiento a peregrinos de todo horizonte, proporciondo ayuda en los períodos difíciles, y especialmente a través de la sanación de los enfermos. Estos sitios donde se impartían las enseñanzas básicas y se practicaba la sanación estaban localizados en lugares que tuvieran acceso público para que todas las personas pudieran acudir.


Los esenios, grupo específicamente espiritual que se consideraban una hermandad y practicaban un judaísmo más esotérico que el de la generalidad de los hebreos, creían en un Árbol de la Vida con siete ramas que crecían hacia le cielo y siete raíces que penetraban en la tierra. El místico número siete, que aparece también en otras religiones y filosofías, se hallaba además representado por los esenios en la correspondencia de las ramas y raíces de su Árbol de la Vida con las siete mañanas y las siete tardes de la semana. Sus ángeles se encargaban de diversas misiones en el cielo y en la Tierra. Bajo la guía de un Padre Celestial y de una Madre Terrenal, éstos ángeles carecían de nombre. Sólo más tarde judaísmo y cristianismo dieron a estas vibraciones angélicas nombres y descripciones físicas semejantes a los de los seres humanos.
Los 7 arcángeles proceden de los 7 ángeles esenios que actuaban en los cielos y en la Tierra. Según el mazdeísmo, una antigua religión persa, Dios tiene siete espíritus especiales que desempeñan para Él diversas funciones en la Tierra. Esta religión rebosaba de ángeles y hacia le año 1000 a.C. influyó en el antiguo judaísmo, especialmente en la creencia de los 7 ángeles especiales que en el cristianismo serían conocidos como arcángeles.
Las tradiciones espirituales y místicas del judaísmo se desarrollaron durante miles de años.
Durante los afanosos días de la Creación, Dios puso muy en claro a los ángeles que no eran humanos mortales. Dios pensaba en algo distinto para Sus ángeles. Estarían con Él en los cielos y contribuirían al curso ordenado del Universo. Observarían a los hombres, les ayudarían y les transmitirían sus mensajes.
Cuando un justo muera, se le aparecerán tres grupos de ángeles auxiliadores, proclamando su entrada en el cielos y en la paz, escribe un antiguo maestro judío, el rabino Me'ir. Otro estudioso, el rabino Fineas, declaró que hay un ángel encargado específicamente de recoger nuestras oraciones y de presentarlas ante Dios. En el silo II, el rabino José ben Judá enseño que el sábado los ángeles acompañan a los fieles desde el templo a sus hogares.
Las enseñanzas judías señalan también que los ángeles son la familia de Dios y que aunque realizan Su obra, nosotros podemos rogar directamente a Dios.
Los ángeles, como agentes de Dios, tienen muchas obligaciones; pero la más importante es la de cuidar de quienes vivimos en la Tierra. Los antiguos rabinos refieren numerosos relatos de milagros: un ángel rescata a una muchacha a punto de ahogarse, por ejemplo. En el Antiguo Testamento, aparecen mucho de estos hechos.
Según las primitivas enseñanzas judías, los ángeles no se multiplican Todos los ángeles que existirán, existen ya. Y estos ángeles actúan sin descanso. Visitan al enfermo y se hallan también presentes en las ocasiones jubilosas. Acuden a ayudar, pero también a celebrar. Y eso además de los ángeles que cada persona tiene en torno a sí todo el tiempo. (Tus ángeles guardianes)

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